Carpe diem

Kinda late yet again. And yet, here I am. Me quedé pensando en lo último que escribí. Lo releí y pienso que lo podría haber escrito mejor. Supongo que es el trade off de estar in the mood. Las cosas fluyen, y al escribir como fluye se pierde «elegancia». Podría haber releído, retocado, arreglado, etc. Pero no. Creo que mejor es así.

Es extraño, releí varios posts viejos, y es increíble cómo encuentro una especie de hilo conductor. No entre TODOS, porque hay varios que realmente no tienen nada que ver. Sin embargo, algunos que en apariencia no tienen relación alguna, están conectados, aunque a veces el vínculo sea un poco obscuro. Por ejemplo, releí uno que escribí hace poco, «ad interim». Y releí el último. Y releí un par más. Y a pesar de que están separados por meses (y algunos, años), queda claro que comparten un leitmotiv. Un leitmotiv de este blog son los procesos. Probablemente sea «el» leitmotiv. Nada es lo que es «as is»; siempre está metido, de una forma o de otra, una imagen o cuestión dinámica. Siempre está, de una u otra manera, metido el tiempo. Ya sea sobre cómo van a evolucionar las estrellas, cómo se formó la tierra, el origen de la vida. Pero no solo eso. De «ad interim» se desprende, de algún modo, el efecto negativo de estar evaluando «el futuro» a cuestas de vivir el presente. Arturito lo dijo mejor que yo: «Por eso la mayoría de los hombres, cuando al final vuelvan la vista atrás, descubrirán que han vivido toda su vida ad interim [de forma provisional] y se sorprenderán de ver que aquello que dejaron pasar de largo sin advertirlo ni disfrutarlo era precisamente su vida, justo aquello que pasaron la vida esperando.»

«Un puñado de nombres» claramente trata sobre el pasado. Hace poco leí en algún lugar una de esas frases que pretenden explicarlo y arreglarlo todo con pocas palabras. Decía que «ansiedad» era exceso de futuro y «depresión» es exceso de pasado. Es simpático y elegante, pero para mí hay mucho más que eso. Quién dijo que no se puede deprimir por el futuro, o sentirse ansioso por algo del pasado? Pero más allá de eso, creo que así como antes dije que una fuente de problemas para la gente es el tema del protagonismo (serlo de la vida de nadie, de la propia, de la de todos), el presente es un problema a veces también. Y de esto me declaro culpable (y del problema anterior del protagonismo, también). Qué dificil que es a veces no hacer un quilombo con lo que fue y con lo que será. No debería serlo, realmente. Este es un ejemplo de esas en los cuales las personas mismas tienen (tenemos) la capacidad de perjudicarnos por no poder evaluar el presente. La circunstancia actual. La situación en la que uno está parado HOY. Mierda si he pecado de que se me nublara la cabeza y casi haber pateado el tablero por haber mezclado pasado, presente y futuro. En algún punto lo hacemos todos. A veces arrastramos con demasiado pasado, no le ponemos moño a las cosas y traemos esa mochila al presente. Pasa con el trabajo, pasa con la familia, y muy marcadamente pasa con las relaciones entre las personas. Lo mismo para adelante. Y si no funciona? Y si me echan? Y si no me dan el aumento? Y si me deja por otro/a? Y si me… basta. Uno se ataca con eso y termina en la profecía autocumplida. Las materias de mierda, la familia de mierda, el trabajo de mierda, los amigos de mierda, la pareja de mierda, siempre se puede encontrar la forma de ver el presente como una cagada (siempre, en general, delegando la culpa afuera, otra costumbre homo sapiens), y ahí es donde te refugiás en el pasado, o en el futuro, o ambas, o no sé. Ni ayer es mejor, ni mañana es mejor, porque ninguna de esas dos cosas existe. Queda hoy, que es el mañana de ayer, es lo único que hay. Queda hoy, lo único que importa, que con el tiempo formará parte de un proceso. Queda hoy. Ahora, que «quede hoy» no quiere decir «me cago en todo lo que vendrá». El siempre mal usado carpe diem. ¿Por qué mal usado? Voy a cultivarlo un poquito, querido lector. «Carpe diem» viene de un poema que escribió Horacio (No, no Horacio el verdulero de la esquina, este Horacio). El artículo de wikipedia en español, al menos al día de la fecha dice lo siguiente:

El adagio latino podría equivaler a sentencias en castellano como «no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy» o «vive cada momento de tu vida como si fuese el último».

Es un tópico literario, o tema recurrente, en la literatura universal como exhortación a no dejar pasar el tiempo que se nos ha brindado y a disfrutar los placeres de la vida dejando a un lado el futuro, que es incierto. Cobra especial importancia en el Renacimiento, en el Barrocoy en el Romanticismo.

Este tópico respecto a las diferentes épocas literarias ha ido variando en la forma de entenderlo. Durante el periodo de la Edad Media era entendido como: «vive el momento porque vas a morir pronto». Posteriormente durante el Renacimiento, los ideales de belleza y perfección hicieron entenderlo de la siguiente forma: «vive el momento porque vas a envejecer pronto». Finalmente en la época Barroca este tema se volvió a interpretar de la misma forma que en la Edad Media, pero con bastante más intensidad en cuanto a la muerte.

Lo de que el adagio latino equivale a «no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy», etc, no es cierto. De hecho lo que nos queda hoy es la deformación ultra pop, de la concepción de la Edad Media, es decir, «vive el momento porque vas a morir pronto», es decir, «dale, no la dejes pasar, la vida es corta» y que encuentra su máxima expresión idiota en YOLO, «you only live once». ERROR. La frase original de Horacio, que es Carpe diem quam minimum credula postero, originalmente tenía el sentido exactamente contrario al que se popularizó después. El texto, traducido al castellano, dice:

No busques el final que a ti o a mí nos tienen reservado los dioses (que por otra parte es sacrilegio saberlo), oh Leuconoé, y no te dediques a investigar los cálculos de los astrólogos babilonios. ¡Vale más sufrir lo que sea! Puede ser que Júpiter te conceda varios inviernos, o puede ser que éste, que ahora golpea al mar Tirreno contra las rocas de los acantilados, sea el último; pero tú has de ser sabia, y, mientras, filtra el vino y olvídate del breve tiempo que queda amparándote en la larga esperanza. Mientras estamos hablando, he aquí que el tiempo, envidioso, se nos escapa: aprovecha el día de hoy, y no pongas de ninguna manera tu fe ni tu esperanza en el día de mañana.

En realidad se pueden conseguir varias traducciones ligeramente distintas, pero el concepto es que no hay que confiarse en el mañana. No es que «hay que vivir ignorándolo», si no que hay que vivir hoy de manera de garantizar un mañana. Que creo que es lo contrario a lo que hace alguien que grita YOLO cuando hace las cosas que hace (hay cientos de videos de gente de cuestionable IQ haciendo cosas que hacen peligrar su propia supervivencia bajo los slogan Carpe Diem, YOLO, y similar). Y esta «interpretación» no es idea mía. Si no me cree, busque. Por lo tanto, yo a la frase completa más que un «aprovecha el día» la veo más como un «construye un mañana». Qué es construir el mañana? Olvidarse del ayer, plantarse en el hoy, y hacer las cosas lo mejor posible para que el mañana no te angustie, porque va a ser el mejor mañana que pudiste construir hoy. Y eso, es lo mejor que tengo para decir hoy. Me despido con esta canción, que siempre me gustó, me pega por el lado nostálgico cada vez que la escucho, pero ahora no me puedo sacar de la cabeza.

Un puñado de nombres

Kinda late, pero me dieron ganas de escribir. Estaba pensando, por enésima vez, en cómo se conecta la gente. Pero esta vez estaba pensándolo distinto. Igual, «distinto»… hay que aclarar que no reinventé la rueda, y que todo lo que voy a decir, seguro alguien ya lo dijo. So what?. Estaba pensando en el efecto del tiempo sobre la relavancia de las relaciones y lo que queda de ellas. De repente me acordé de cuando estaba en el colegio secundario. La cantidad de cosas que pasaron, la cantidad de cosas dignas de recordar… y que olvidé. Eran dignas de recordar? No sé. Cada tanto pasa que uno se encuentra con una carta, una foto, algo, y se retrotrae y es un viaje en el tiempo, y entonces se acuerda de lo que pasaba en ese momento, y se acuerda de la gente y de la importancia que tenía la gente en ese momento, de todo lo que en ese momento particular parecía relevante, importante, era lo cotidiano… y hoy ya no es. Qué pasó con eso? Estimo que lo que pasó es que simplemente lo que fue presente en un momento se va lavando, las olas se lo van comiendo, y entonces de las… 100 o 200 personas con las que uno hablaba quedan 10 nombres, con suerte. Lo cual a primera vista parece triste. Si pega la nostalgia, entonces uno puede deprimirse, hundirse en la añoranza, etc. Hay que volver a entrar en contacto con esa gente? Qué pasó con esa infancia? o adolescencia? o joven adultez? o adultez? (depende de en qué época de la vida usted esté parado). Y esa gente? Y esos recuerdos? Etc. etc., una línea de pensamiento triste que no lleva a ningún lado, creo yo. Entonces queda eso, quedan 10, 5 nombres, que son personas que de verdad marcan una etapa. Aunque no me queda claro que con el paso del tiempo no vayan desapareciendo cada vez más nombres. Pero y el resto? El resto no quedan los nombres, uno medio que los va borrando y quedan «cosas». Recién hice el esfuerzo mental de pensar qué cosas hoy son parte de mi personalidad y a quien se las debo. Pensé «Led Zeppelin», y sé que se lo debo a Máximo, un compañero mío de la secundaria (algún día leerás esto? No lo creo, pero por las dudas, «hola Máximo!»). No diría que es uno de los 5 o 10 nombres… pero quedó Led Zeppelin. Pink Floyd y AC/DC también se los debo a él. Es extraño, no es uno de los nombres, pero quedó. De dónde salió tomar café negro sin azucar? Ya sé de donde. Y el amor por los agujeros negros, Roger Penrose, la teoría de cuerdas y todo eso? Increíblemente de otro chico con el que, en total, debo haber tenido no más de 10 conversaciones en toda la vida, pero un día me prestó «Breve Historia del Tiempo». (Mi amor por Einstein era previo). Y realmente tampoco es uno de esos 5 o 10 nombres, pero quedó. Una cantidad enorme de gente, una cantidad de enorme de estímulos, y acá estoy. Cada uno es una especie de síntesis de todo lo que fue recibiendo de la gente. Obvio que no es solo eso, hay aporte propio, hay cosecha propia, porque no respondemos igual ante los mismos estímulos (igual esto da para el debate eterno). Y ahora está pasando exactamente eso.

El presente no escapa a todo esto… ahora interactúo con gente, tengo presente mucha gente, algunas personas más que otras, de todas me llevo algo, y hoy son nombres, mañana ya no. Mañana quedarán solamente algunos nombres, muy pocos. Pero habrán quedado cosas que, aunque en primera instancia no pueda asociar a «un nombre» y tenga que hacer un esfuerzo mental para recordarlo, van a corresponder unívocamente a esas personas. O no. Porque hay gente que recuerdo, haciendo un esfuerzo, y no es ni un nombre, ni siquiera algo en mí que pueda rastrear hasta ella. Lo cual no quiere decir que hayan vivido al pedo ni que la vida de la gente solo tiene sentido a la luz de lo que hayan impactado o dejado de impactar en mí. Quiero decir que esas interacciones, prácticamente no tuvieron repercusión en mi, al menos consciente.

A veces pienso que una gran fuente de problemas para las personas es el protagonismo. Hay gente que necesita ser protagonista de la vida de mucha gente. Esa gente se muere por ser centro, y es insoportable. Y hay gente que no se anima a ser protagonista de su propia vida. Y ahí están, letárgicos en el background. Supongo que es dificil ser protagonista de la propia vida, es decir, hacerse cargo de uno mismo y tomar el control, y al mismo tiempo no infiltrarse en el control de la de los demás.

Mientras escribía se me ocurrieron un par de cosas random. Una tiene que ver con ese mito popular de que cuando uno se está por morir siente que «la vida le pasa ante los ojos». No, la vida no. Solo esos 10, 20 hechos. Esas 10, 20 personas. Como nunca me morí, no puedo estar seguro de lo que digo, y cuando eso pase no voy a poder venir a escribir una actualización del post. Pero ahora creo que cuando uno piensa en «toda su vida» hace una síntesis brutal. Mamá, papá, familia, amor, éxitos, sufrimientos. Punto. Final. Así, en un flash. Cuántas personas importantes hay en la vida de uno? 10? 15? 20? Dejá de contar. No me refiero a los que uno cree que son importantes ahora. El tiempo es el viento que se va a encargar de llevárselos a todos. Si uno tuviera esa perspectiva todo el tiempo, supongo que por un lado se haría menos problemas con algunas cosas, pero por otro lado viviría otras con menos intensidad.

Por otro lado me puse a pensar que si uno tuviera la forma de medir, de alguna manera, con una fórmula o algún dispositivo, para cuántas personas uno es un «nombre» (positivamente hablando) es una buena forma de medir la vida de una persona. Para cuando ya no exista, ¿para cuánta gente yo habré sido «un nombre»? (y no por haberle cagado la vida, si no porque lo toqué de alguna manera). 1? 2? 5? 10? no sé, ojalá. Me gustaría pensar que sí. Pero no como una cosa egocéntrica, no necesito enterarme. No necesito que me notifiquen. Pero me gustaría pensar que en algún lado, en algún planeta, alguien tiene ese aparato que mide para cuántos «soy un nombre» (ya sé que nadie lo tiene, no importa) y que puedo vivir de manera tal que cada tanto ese aparato suma personas. Creo que eso le da un lindo sentido a la vida, en un sentido poético-pedorro (guilty as charged).

Mientras fantaseo con aparatos imposibles, sigo andando, sigo convirtiéndome en la síntesis de mis propias circunstancias, mientras el tamiz del tiempo sigue filtrando y todo se lo lleva, salvo cosas excepcionales.

Saludos, terrícolas.