The Scientist

Es extraño. Recurrentemente me pregunto por qué me refugio cada tanto en este blog para contar algo. Y acabo de leer una frase de Jung que dice que la soledad no se origina por no tener gente alrededor de uno, si no que viene de la imposibilidad de comunicar las cosas que le importan a uno. Sería injusto si dijera que no tengo con quien compartir estas cosas, pero me resulta claro que las querría compartir con más gente. Cuando entiendo eso, me acuerdo del motivo original (qué importante eso de acordarse de los motivos originales por los que hicimos algo en primer lugar) por el que empecé a escribir estas cosas, y me siento más acompañado.

Así que sentate un rato y dale play. Sentate que te voy a contar la historia de Miguelito. No la historia completa, sino la parte que me interesa hacer énfasis. Porque es la parte que más me llega a mí. Miguelito nació en un hogar muy, pero muy muy humilde. Con 3 hermanos más y viviendo en una casa muy pobre, no alcanzaba para mucho. El papá era herrero y tenía una salud bastante delicada. Y como no tenían plata para mandarlo al colegio (ni para casi nada), los días que faltaba al trabajo era los días que le enseñaba a Miguelito a leer y escribir. También le enseñaba matemática básica. Pero eso era solamente los días que faltaba al trabajo. El resto de los días Miguelito estaba a la deriva. Y uno de sus anhelos era conseguir un trabajo para poder ayudar a la mamá para conseguir comida para los hermanos (nada de esto es novela rosa, está escrito en las cartas de Miguelito, las cuales leí).

Qué hacía Miguelito? Le gustaba ir a las librerías y tratar de leer libros. Obviamente, en la Londres de la época, cuando un chico harapiento se acercaba a los libros y tocaba la mercadería, había que echarlo porque espantaba la clientela. Entonces Miguelito se iba a otra librería y trataba de leer algún que otro libro. Fantaseó con un día escribir un libro él mismo. Le encantaba. Pero un día conoció a Riebau, un librero distinto a los demás libreros. Le preguntó a Miguelito qué hacía por ahí y él contestó que quería conseguir un trabajo pronto para colaborar con conseguir comida, porque el papá estaba enfermo. Riebau, un poco conmovido, decidió contratarlo para hacer encomiendas, pagándole exactamente 3 chelines por semana, lo cual era casi una fortuna en su casa.

Así es como Miguelio, a los 12 años, empezó a repartir libros, mientras que en paralelo aprendía a encuadernar libros y leía todo lo que encontraba. Principalmente le interesaban los libros de ciencia, y el tema que más le fascinaba era la electricidad.

Sir Humphry Davy era el científico más importante de toda Inglaterra. Daba clases magistrales sobre casi todas las ramas de la ciencia. Un día fue a dar una charla a Londres. Un cliente de Riebau notó la curiosidad de Miguelito y le dijo, «Humphry Davy va a dar una charla en Londres, por qué no vas a verlo?» y Miguelito todo entusiasmado ahí fue, en un auditorio compuesto por políticos y «gente bien». Tomó nota de todo lo que dijo Davy. Hizo esquemas. Dibujos. Escribió más y más notas. Las emprolijó, las encuadernó (8 años de aprender a encuadernar sirvieron de algo… porque sí, ahora Miguelito es Miguel y tiene 20 años) y se las mandó a Davy. Cuando recibió las notas, Davy pensó que Miguel era estadounidense, porque «obviamente» era un gran científico aquel que había tomado esas notas pero no podía ser inglés, porque si fuera inglés él lo conocería. Claro, Miguel debía ser estadounidense.

Pero resultó que no, resultó que el Sr. Faraday (ya no más Miguel) era inglés. Cuando se enteró, Davy le ofreció que fuera a trabajar con él. Faraday estaba extasiado. A Faraday  se le abrió la cabeza, ya que Davy le presentó un mundo nuevo, lleno experiencias nuevas, conocer gente con ideas estimulantes. Faraday se enamoró de la ciencia. Si la ciencia tuviera sentimientos, probablemente se habría enamorado de Faraday.

No todo fue «feliz», abundan las anécdotas sobre la esposa de Davy tratando a Faraday de una especie de «infraser» porque no era noble y lo obligaban a viajar afuera del carruaje, y comer con «la servidumbre». Pero la motivación y el temple de Faraday eran demasiado grandes como para dejarse sacudir por esas pequeñas cosas. Llegó a dar clases en la Universidad de Londres (él, el chico que como no tenían plata para mandarlo al colegio aprendía a escribir cuando su papá se enfermaba y no podía ir al trabajo).

Faraday inventó el dínamo, hizo una contribución enorme al entendimiento de las fuerzas electromagnéticas, estudió diversas aleaciones de metales, produjo distintos tipos de vidrios, determinó la naturaleza de la electricidad. Sin sus contribuciones no habría luz eléctrica, ni radio, ni televisión ni teléfono ni nada que dependa de la electricidad. Nunca tuvo un gran dominio de la matemática, por lo cual la mayoría de las cosas las pensaba en términos de imágenes y formas bastante abstractas. «Hizo lo que pudo», y pudo mucho. Inventó además el primer motor eléctrico.

Faraday era un romántico. Cuando inventó el primer motor eléctrico, estaba tan fascinado con lo que había inventado, tan emocionado, que en un auténtico acto de amor decidió no contárselo a nadie y que fuera su esposa la primera en verlo. La llevó a una torre en las vísperas de año nuevo, y ahí descubrió un aparato extraño y le mostró a su esposa el primer motor. No sé si la esposa habrá entendido la significancia del invento, pero seguramente entendió la significancia de que el la haya elegido para ser la primera persona con la cual compartirlo. (Quién dijo que los científicos no pueden tener un costado romántico? Vi varios ejemplos que sostienen que se puede). Faraday pasó a la historia y terminó siendo Faraday. Al que le interese qué más cosas hizo Faraday, esa parte de la historia está en todos lados. Búsquenla y la encontrarán.

Y qué pasó con Humphry Davy? Tuvo problemas de visión bastante temprano en su vida, motivo por el cual empezó a depender más y más de Faraday para hacer experimentos. Poco tiempo antes de morirse, alguien lo entrevistó y le preguntó cuál había sido su descubrimiento científico más importante. A lo cual Davy contestó:

«Michael Faraday»