Esencia, melancolía y pequeños submarinos negros

En algún momento, allá lejos en el futuro, o tal vez en paralelo pero en otro universo del multiverso, voy a mirar para atrás (o de costado, depende si es en el futuro o en paralelo) y voy a poder hacer el raconto de mi estado mental mirando lo que escribía en este blog. Espero que eso no quiera decir que cada vez que no escribía se debía a una laguna mental, porque últimamente esos episodios son cada vez más frecuentes y eso me haría dudar de mi mental sanity… que igual ya sé que es de dudosa integridad, pero bueno.

Eso quiere decir que puedo tratar de escribir sobre algo, o «embrace» esto como lo que es, que es una especie de collage de mi mente que cada tanto necesita purgar ideas y cosas. «Cosas». Estoy hecho un poeta. En fin. A propósito veces me pregunto si las «cosas cambian» porque uno puede modificar la esencia de algo, o si porque las cosas no estaban en su esencia y uno «embraces» su esencia y entonces eso que era algo que no era puede finalmente ser lo que tenía que ser. Este interrogante trae dos cosas aparejadas: La primera es dar por sentado que las cosas efectivamente  cambian, lo cual es discutible. Y lo otro es que, si lo que ocurre es la segunda opción, ¿entonces qué es lo que hace que las «cosas» no «estén cómo su esencia lo pide»?. En realidad trae aparejadas más cosas, pero bueno, quedémonos en 2. Como no tenía pensado qué escribir y empecé a escribir, releo y me doy cuenta que cuando pongo «las cosas cambian» me estoy refiriendo a la gente. Si la gente cambia porque su esencia cambia, o si la gente cambia porque deja de ser lo que no quería o tenía que ser (opa! No es tan trivial poner «quería» o «tenía» que ser así no más… abre muchos más vericuetos sobre los cuales escribir muchos posts mas!) para ser su esencia. Probablemente, como en la mayoría de las veces que hay posiciones antitéticas, la verdad sea algo que yace más o menos por el medio. La segunda se me antoja muy Herman Hesse, muy escuchar la verdad que murmura la sangre, muy tender hacia lo que uno es, muy Siddharta (que quiere decir «aquel que pudo llegar a sus metas» y demás traducciones similares). La primera tiene más final abierto… uno puede cambiar hacia… cualquier cosa en principio, no? No sé, es un análisis mal hecho y a las apuradas mientras escribo. No necesariamente la segunda opción tiene final escrito, y tal vez no existen dos opciones distintas si no que en realidad uno va forjando su esencia durante el mismo viaje del descubrimiento. Tal vez la esencia es el castillo de Kafka, y simplemente hay que ir haciendo la transición con la ¿esperanza? de sentirse feliz en el proceso.

Anyways, cambio de página. Arte y matemáticas. Hay mucho para decir de eso, pero quiero compartir este grabado de Durero, Dürer o como más les guste. Durero fue un artista del renacimiento alemán, contemporáno de Da Vinci, pero hasta donde sé nunca se encontraron, aunque uno sabía de la existencia del otro. Les recomiendo que busquen y lean, a mi me parece interesante. Este grabado se llama Melancolía I. Hacé click en la fotito para verla más grande.

Se ha escrito mucho sobre esta obra. Un buen lugar para empezar a leer es acá en wikipedia, como siempre (hacé click donde dice «acá en wikipedia», dale, hacé click). Voy a chorear algunas partes, principalmente  la parte del cuadradito. Voy a obviar el compas, las múltiples referencias a los masones, templarios y demás cosas que me fascinan (y a lo que le podría dedicar posts y más posts) y me voy a concentrar en el cuadradito que hay. El cuadradito con números tiene una particularidad, y es que, más o menos, hagas lo que hagas con los números, si los sumás va a dar 34. Sumá una fila, una columna, una diagonal, cualquier cuadradito de 2×2, etc.

Pero veamos qué dice Wikipedia, que lo expresa mejor que yo:

  • La imagen central y más importante es una figura alada meditabunda, que puede ser considerada un ángel, acurrucada en el suelo y con el rostro ensombrecido. Esta dama apoya su cabeza –coronada de hierbas y con el cabello despeinado– en su puño izquierdo, mientras que con la otra mano sostiene un compás. Del cinturón cuelgan un conjunto de llaves revueltas.

«.. su mente está preocupada por visiones interiores. de suerte que afanarse con herramientas prácticas le parece carente de sentido (…) El gesto del puño cerrado, que hasta aquí era un mero síntoma de enfermedad ahora simboliza la concentración fanática de una mente que ha sido verdaderamente un problema, pero que en el mismo momento se siente tan incapaz de resolverlo como de desecharlo (…) La mirada vuelta a una lejanía vacía (…) Los ojos de Melancolía miran al reino de lo invisible con la misma intensidad con que su mano ase lo impalpable (…) Rodeada de los instrumentos del trabajo creador pero cavilando tristemente con la sensación de no llegar a nada (…) Un genio con alas que no va a desplegar, con una llave que no usará para abrir, con laureles en la frente pero sin sonrisa de victoria

R. Klibansky, E. Panofsky y E. Saxí, op. cit. pgs. 307 a 309.
  • A su lado se encuentra un putto (mediador entre la esfera terrenal y celestial), apoyado en una piedra de molino, que escribe o dibuja sobre una tablilla.
  • En la parte inferior se encuentra un perro famélico, animal que se encuentra también en otros grabados de Durero, durmiendo a los pies del personaje principal. Aunque tradicionalmente el perro simboliza la lealtad, aquí un perro puede representar la melancolía o la locura.
  • En el suelo, hay varios útiles de carpintería (martillo, alicates, clavos y sierra) y arquitectura (un tintero y una pluma) que se encuentran desordenados.
  • En el grabado hay muchos elementos relacionados con la geometría, la aritmética y la medida del tiempo. Sobre el muro hay una esfera de madera torneada, un poliedro truncado de cristal de alunita5 formado por pentágonos irregulares y triángulos (en que se puede apreciar un rostro humano difuminado), una regla, un reloj de arena, una balanza y un cuadrado mágico de 4×4. También hay una campanilla y una escalera de siete peldaños, que asciende hasta una torre o edificio que no se vislumbra su final.
16 3 2 13
5 10 11 8
9 6 7 12
4 15 14 1

Éste cuadrado mágico está considerado el primero de las artes europeas. Es un cuadrado de orden cuatro en el que siempre se obtiene la constante mágica (34) en las filas, columnas, diagonales principales, y en las cuatro submatrices de orden 2 en las que puede dividirse el cuadrado, sumando los números de las esquinas, los cuatro números centrales, los dos números centrales de las filas (o columnas) primera y última, etc. Curiosamente las dos cifras centrales de la última fila 1514 son el año de ejecución de la obra.

Algunas disposiciones particulares en el cuadrado mágico de Durero que suman la constante mágica.

16 3 2 13
5 10 11 8
9 6 7 12
4 15 14 1
16 3 2 13
5 10 11 8
9 6 7 12
4 15 14 1
16 3 2 13
5 10 11 8
9 6 7 12
4 15 14 1
16 3 2 13
5 10 11 8
9 6 7 12
4 15 14 1
16 3 2 13
5 10 11 8
9 6 7 12
4 15 14 1
  • En el fondo vemos un poblado. Hay un contraste entre la sombra que proyecta la Luna sobre los objetos y el brillo de un cometa, que se encuentra encerrado en un arco iris (símbolo de la reconciliación y de la alianza entre Dios y los hombres).
  • Al fondo hay un murciélago sosteniendo una cartela con el texto “Melencolia I”, el título del grabado.

Por qué 34? No sé. Esto es lo que se llama un «cuadrado mágico», y pueden buscar más. Recién buscando en Wikipedia cosas para poner, me entero que en algún libro de Don Brown mencionan esto… lo cual probablemente le quite el carácter de novedad, pero no lo leí, y no llegué a través del librito, así que lo lamento.

Y a dónde voy con todo esto? Nowhere. Es más interesante ser el disparador para que después ustedes busquen, encuentren y descubran que vomitarles datos, me parece. Si les picó el bicho, deberían tener ganas de buscar sobre templarios, masones, Durero, cuadrados mágicos, renacentismo, matemática en las artes… qué se yo, con un solo tópico de todos esos ya me doy por satisfecho.

Y ya que hablamos de melancolía, vamos con esto, lo tengo pegado en la cabeza. Qué clara la tienen estos pibes.

No sé por qué la comparan tanto con Stairway to Heaven. Es injusto comparar cualquier cosa con eso… pero esta canción es un caño. Resulta que grabron una versión acústica que no les gustó, tenían una versión eléctrica (me encanta el diálogo entre las dos guitarras)… la grabaron en una toma, no les gustó, la pegaron al final de la acústica y quedó esto. Así, como salió. Y es genial. Y la letra… los pibes saben.

Un poco más de randomizing, total… hace poco vi la segunda parte del Hobbit (no vi la primera, no leí los libros) y con el tema del coso ese que van a buscar a lo del dragón (no me acuerdo qué era exáctamente, pero brillaba azul), pensé en cómo la tiene fija el tipo con eso de «objetos» que terminan sacando lo peor de la gente (para el que leyó todos los libros, estará pensando que estoy redescubriendo la pólvora, pero bueno). Lo comenté, y alguien me preguntó si había leído «La Perla». Y lo leí después de esa mención. Y lo recomiendo. Y en realidad concluyo que en todo eso, los objetos no «tuercen a la gente» hacia el lado obscuro, si no que simplemente sacan a la luz la esencia de las personas, y el objeto es una excusa. Sí, una verdad de perogrullo, I’m guilty as charged. Pero esa esencia se puede cambiar, y… el post vuelve a empezar.

Saludos terrícolas.

Steppenwolf

Por un 2013 con más lobo y menos hombre.

Ahora bien, a nuestro lobo estepario le ocurría, como a todos los seres mixtos, que, en cuanto a su sentimiento, vivía naturalmente unas veces como lobo, otras como hombre; pero que cuando era lobo, el hombre en su interior estaba siempre en acecho, observando, enjuiciando y criticando, y en las épocas en que era hombre, hacía el lobo otro tanto. Por ejemplo, cuando Harry en su calidad de hombre tenía un bello pensamiento, o experimentaba una sensación noble y delicada, o ejecutaba una de las llamadas buenas acciones, entonces el lobo que llevaba dentro enseñaba los dientes, se reía y le mostraba con sangriento sarcasmo cuán ridícula le resultaba toda esta distinguida farsa a un lobo de la estepa, a un lobo que en su corazón tenía perfecta conciencia de lo que le sentaba bien, que era trotar solitario por las estepas, beber a ratos sangre o cazar una loba, y desde el punto de vista del lobo toda acción humana tenía entonces que resultar horriblemente cómica y absurda, estúpida y vana. Pero exactamente lo mismo ocurría cuando Harry se sentía lobo y obraba como tal, cuando le enseñaba los dientes a los demás, cuando respiraba odio y enemiga terribles hacia todos los hombres y sus maneras y costumbres mentidas y desnaturalizadas. Entonces era cuando se ponía en acecho en él precisamente la parte de hombre que llevaba, lo llamaba animal y bestia y le echaba a perder y le corrompía toda la satisfacción en su esencia de lobo, simple, salvaje y llena de salud.

Así estaban las cosas con el lobo estepario, y es fácil imaginarse que Harry no llevaba precisamente una vida agradable y venturosa. Pero con esto no se quiere decir que fuera desgraciado en una medida singularísima (aunque a él mismo así le pareciese, como todo hombre cree que los sufrimientos que le han tocado en suerte son los mayores del mundo). Esto no debiera decirse de ninguna persona. Quien no lleva dentro un lobo, no tiene por eso que ser feliz tampoco. Y hasta la vida más desgraciada tiene también sus horas luminosas y sus pequeñas flores de ventura entre la arena y el peñascal. Y esto ocurría también al lobo estepario. Por lo general era muy desgraciado, eso no puede negarse, y también podía hacer desgraciados a otros, especialmente si los amaba y ellos a él. Pues todos los que le tomaban cariño, no veían nunca en él más que uno de los dos lados. Algunos le querían como hombre distinguido, inteligente y original y se quedaban aterrados y defraudados cuando de pronto descubrían en él al lobo. Y esto era irremediable, pues Harry quería, como todo individuo, ser amado en su totalidad y no podía, por lo mismo, principalmente ante aquellos cuyo afecto le importaba mucho, esconder al lobo y repudiarlo. Pero también había otros que precisamente amaban en él al lobo, precisamente a lo espontáneo, salvaje, indómito, peligroso y violento, y a éstos, a su vez, les producía luego extraordinaria decepción y pena que de pronto el fiero y perverso lobo fuera además un hombre, tuviera dentro de sí afanes de bondad y de dulzura y quisiera además escuchar a Mozart, leer versos y tener ideales de humanidad. Singularmente éstos eran, por lo general, los más decepcionados e irritados, y de este modo llevaba el lobo estepario su propia duplicidad y discordia interna también a todas las existencias extrañas con las que se ponía en contacto.

Quien, sin embargo, suponga que conoce al lobo estepario y que puede imaginarse su vida deplorable y desgarrada, está, no obstante, equivocado, no sabe, ni con mucho, todo. No sabe (ya que no hay regla sin excepción y un solo pecador es en determinadas circunstancias preferido de Dios a noventa y nueve justos) que en el caso de Harry no dejaba de haber excepciones y momentos venturosos, que él podía dejar respirar, pensar y sentir alguna vez al lobo y alguna vez al hombre con libertad y sin molestarse, es más, que en momentos muy raros, hacían los dos alguna vez las paces y vivían juntos en amor y compañía, de modo que no sólo dormía el uno cuando el otro velaba, sino que ambos se fortalecían y cada uno de ellos redoblaba el valor del otro. También en la vida de este hombre parecía, como por doquiera en el mundo, que con frecuencia todo lo habitual, lo conocido, lo trivial y lo ordinario no habían de tener más objeto que lograr aquí o allí, un intervalo aunque fuera pequeñísimo, una interrupción, para hacer sitio a lo extraordinario, a lo maravilloso, a la gracia. Si estas horas breves y raras de felicidad compensaban y amortiguaban el destino siniestro del lobo estepario, de manera que la ventura y el infortunio en fin de cuentas quedaban equiparados, o si acaso todavía más, la dicha corta, pero intensa de aquellas pocas horas absorbía todo el sufrimiento y aun arrojaba un saldo favorable, ello es de nuevo una cuestión, sobre la cual la gente ociosa puede meditar a su gusto. También el lobo meditaba con frecuencia sobre ella, y éstos eran sus días más ociosos e inútiles.

A propósito de esto, aún hay que decir una cosa. Hay bastantes personas de índole parecida a como era Harry; muchos artistas principalmente pertenecen a esta especie. Estos hombres tienen todos dentro de sí dos almas, dos naturalezas; en ellos existe lo divino y lo demoníaco, la sangre materna y la paterna, la capacidad de ventura y la capacidad de sufrimiento, tan hostiles y confusos lo uno junto y dentro de lo otro, como estaban en Harry el lobo y el hombre. Y estas personas, cuya existencia es muy agitada, viven a veces en sus raros momentos de felicidad algo tan fuerte y tan indeciblemente hermoso, la espuma de la dicha momentánea salta con frecuencia tan alta y deslumbrante por encima del mar del sufrimiento, que este breve relámpago de ventura alcanza y encanta radiante a otras personas. Así se producen, como preciosa y fugitiva espuma de felicidad sobre el mar de sufrimiento, todas aquellas obras de arte, en las cuales un solo hombre atormentado se eleva por un momento tan alto sobre su propio destino, que su dicha luce como una estrella, y a todos aquellos que la ven, les parece algo eterno y como su propio sueño de felicidad. Todos estos hombres, llámense como se quieran sus hechos y sus obras, no tienen realmente, por lo general, una verdadera vida, es decir, su vida no es ninguna esencia, no tiene forma, no son héroes o artistas o pensadores a la manera como otros son jueces, médicos, zapateros o maestros, sino que su existencia es un movimiento y un flujo y reflujo eternos y penosos, está infeliz y dolorosamente desgarrada, es terrible y no tiene sentido, si no se está dispuesto a ver dicho sentido precisamente en aquellos escasos sucesos, hechos, ideas y obras que irradian por encima del caos de una vida así. Entre los hombres de esta especie ha surgido el pensamiento peligroso y horrible de que acaso toda la vida humana no sea sino un tremendo error, un aborto violento y desgraciado de la madre universal, un ensayo salvaje y horriblemente desafortunado de la naturaleza. Pero también entre ellos es donde ha surgido la otra idea de que el hombre acaso no sea sólo un animal medio razonable, sino un hijo de los dioses y destinado a la inmortalidad.

 

Herman Hesse, El Lobo Estepario