El recorte

I can see by your grin
That you’re trembling within
It’s all over town, cheer down
And the smile on your face
Is sometimes out of place
Don’t mind, no frowns, cheer down.

If your hair should fall
If your shares should crash
You’ll get by even without getting a rash

There’s no tears to be shed
I’m gonna love you instead
I want you around, cheer down.

When your teeth drop out
You’ll get by even without taking a bite

If your dog should be dead
I’m gonna love you instead
The world loves a clown, cheer down.
I want you around, cheer down

Era capo Harrison eh…

La muerte angustia por muchas cosas. Angustia porque no sabemos cuando llega, porque no sabemos si viene con dolor, porque no sabemos qué hay después, o efectivamente sabemos que no hay nada y eso nos angustia aún más. Nos asusta la ausencia. Nos asusta la carencia. Eso nos angustia. Pero hay un motivo más por el que angustia: La conciencia de finitud.

Y con esto no me refiero a que nos hacemos conscientes de que somos «finitos en el tiempo». Eso, a menos que uno crea en la reencarnación o similar, es casi una obviedad. Si no que somos finitos en tiempo frente al catálogo de las posibilidades. El embudo: esa concepción de que a medida que crecemos, tomamos una decisión, y esa elección angustia porque las decisiones que hoy tomo van cerrando posibilidades a futuro, porque si hoy ya decidí ser carpintero no voy a poder ser médico, o si hoy decidí casarme con esta ya no puedo estar con las otras, o si hoy decidí echar raíces acá no voy a mudarme allá… esa sensación de que en el instante de cada elección, lo que dejamos afuera siempre es más chico que el recorte que hacemos de nuestras propias elecciones, y por lo tanto el abanico se achica, el menú se hace cada vez más escueto… Esa angustia existe. Es real, la he transitado. Algunos la transitan para siempre. Otros se dan cuenta de que ese embudo es casi una construcción mental que uno mismo se hace, para agravar y paralizar cualquier decisión. Quién dijo que lo que hoy no elijo no lo pueda elegir mañana? Igual es cierto que eso no corre para todo, porque cuando tenga 60 años si «de repente» quisiera elegir ser futbolista, ahí sí, sería sencillamente imposible (más si considero lo malísimo que soy hoy!).

Y qué? Y entonces hay que angustiarse porque, por ejemplo, nunca voy a ser jugador de fútbol profesional? Si nunca me gano el Premio Nobel? Si la cosa no funciona con tal o cual chica? Igual en este último aspecto quiero creer que hay revancha… En fin. Algunas cosas ameritan más angustia que otras, sí. Pero hoy, por ejemplo, lo que tengo por delante tiene más apariencia de abanico que de embudo, ya que empecé a hacer una cantidad de cosas infinitamente distintas que nunca había ni imaginado. Así que hay tiempo. Pero no alcanza para todo. Hay muchas cosas que nunca voy a hacer. Muchas cosas que nunca voy a ser. Y? Y lo que pienso al respecto es al mismo tiempo reconfortante y perturbador. Nietzsche se planteó qué pasaría si todo lo que hiciéramos, todo lo que decidimos, todo lo que hacemos ahora en este instante, se fuera a repetir para siempre en la eternidad. Si eso que yo hago ahora, eso que estoy por decidir, terminara resonando para siempre en los ecos de la eternidad. El eterno retorno de lo idéntico. Si supiéramos que ese impulso, eso que estoy por hacer, estoy condenado a hacerlo y repetirlo por toda la eternidad, lo terminaría haciendo? O sería una carga tan pesada que tal vez lo haría distinto? (Si lo hago distinto, siempre lo hice distinto, y siempre lo haré distinto).

Creo que al famoso recorte de opciones más que verlo como una tragedia se lo puede ver por la positiva. Sí, soy un catálogo muy pequeño de cosas hechas, frente al catálogo de infinitas posibilidades que dejé, voy dejando, y seguiré dejando afuera. Pero y si fuera inmortal? Si fuera inmortal y tuviera el tiempo suficiente para no hacer ningún recorte, para hacerlo todo. Si yo, y usted, y todos fuéramos inmortales. Y nadie jamás estuviera sentenciado a hacer ningún recorte, porque sería meramente cuestión de postergar las cosas. Hoy hago esto, pero mañana hago eso otro. Y es cuestión de tiempo para ir alargando y alargando mi catálogo de las cosas hechas. Cuál sería el sentido de eso? Más aún, tendría sentido el que debe ser el mayor placer de la humanidad, ver crecer un hijo? Si todos fuéramos todo, qué nos haría… nosotros mismos?

Creo que en algún lugar ya cité una párrafo de Demian en el que Hesse dice: «Pero cada hombre no es solamente él; también es el punto único y especial, en todo caso importante y curioso, donde, una vez y nunca más, se cruzan los fenómenos del mundo de una manera singular. Por eso la historia de cada hombre, mientras viva y cumpla la voluntad de la naturaleza, es admirable y digna de toda atención.» Entonces, tal vez más tremendo que el peso de repetir una y otra vez la elección en el infinito es… ese recorte que yo hago, ese recorte, es quien soy. Ese recorte es, en definitiva, la construcción póstuma, post-factum de mi identidad. Mi identidad como una consumación, como la realización en el punto final, en el último suspiro, en el final del catálogo, en la imposibilidad de agregar algo más a la lista. En ese punto final, queda consumado quien fui. No sé quien soy hoy, pero para cuando termine, podría ser definido como el recorte de todo lo que fue sí y fue no. Obviamente que ni yo ni nadie va a poder documentar eso, ni de mí, ni de nadie. Pero en definitiva, hay algo más poético y reconfortante en ese supuesto embudo. No es tanto una cuestión de angustiarse de todo lo que uno no hizo. Es cuestión de celebrar esa escultura que uno va moldeando, recortándola a partir de una piedra infinita, para terminar con una escultura pequeña, pero singular. Uno mismo. Y algunos pensarán que lo más importante de ese viaje corto, es llevarse todo lo posible. Llevarse emociones, sonrisas, recuerdos. Pero a donde? A donde se lo llevan? Otros pensarán que más importante es dejar algo para el resto. Yo hoy creo que it’s a little bit of both. Hay que disfrutar, pero hay que hacer un recorte que sea trascendente y no no ser un simple ave de paso por esta vida. Y por sobre todas las cosas, aprender a y disfrutar de, pasar la antorcha. En definitiva, la vida sigue, porque todo es un proceso.

Deja un comentario